24/10/2020

Nicolás Antonio -- Personas que exasperan

 (Trabajo del Taller de Narrativa 2020.)


Apenas había anochecido cuando llegué a casa y, casi por inercia, abrí la heladera para sacar una cerveza. La destapé, y me quedé pensando. ¡Cómo me molesta la gente que corre con las manos en los bolsillos! Tomé el primer trago. No es que me enoje de la nada con estos seres poco convencionales, sino que en el camino de vuelta tuve la desgracia de toparme con uno de ellos. Para más, no sólo se dignó a cometer tal aberración, sino que encima lo hizo para cruzar la calle. Volví a empinar la botella y la temperatura estaba ideal: bien helada como para que ayude a calmar mis revoluciones. ¿Qué se te tiene que cruzar por la cabeza para apurar el ritmo de tus pasos sin sacar las manos de su escondite? Es una imagen digna de una potencial víctima de bullying, si la misma se reprodujera en el patio de un colegio primario. Pero, cuando el autor es un sujeto de unos veintitantos, resulta un poco más preocupante. Bebí otro trago. Lo pienso. Para correr con las manos en los bolsillos a cierta edad tenés que haber atravesado otra etapa de tu vida en la que nadie te haya advertido que, lo más probable, es que tu frente termine raspada en el impacto contra el piso. Algo faltó a lo largo de tu infancia. En concreto faltó un grito: ¡sacate las manos de los bolsillos que te vas a matar boludo! Ahora bien, o ese grito nunca existió o nunca le diste pelota. ¡Qué gente! Tenemos el país que nos merecemos. Mirá si te voy a pedir que votes bien, mientras haya gente que corre con las manos en los bolsillos. Sería bastante injusto. Vuelvo a inclinar la botella y ya se acerca a la mitad. Tendrían que hacerlas más grandes. No hay opción, o te tenés que bajar un litro entero como si fueras un borracho, o si no, tenés estos porrones que dan lástima y se acaban en cinco segundos. Hay muchos seres extraños, pero la idea tampoco es hacer un catálogo. De todas maneras, me resulta bastante novedoso que algunos puedan ser tan distintos a otros. Llego tarde a mi casa y trato de distenderme, pero si en el camino me cruzo con semejante personaje, no hay lugar para el descanso. En vez de ver el resumen de goles de la fecha o las mismas noticias que se repiten sin que me importen, me tengo que quedar pensando que estamos perdidos. Hay gente que corre mal: que no coordina los brazos con las piernas, que no levanta lo suficiente los muslos o que deja las manos rígidas contra el torso; pero guardarte las manos en los bolsillos…eso sí que es indignante. Entiendo que hay mejores y peores, pero éstos se esfuerzan; y, encima, no deben ser pocos. Lo importante es que no se multipliquen. Imaginen una sociedad llena de estos tipos, cuyo único objetivo es colmar nuestra paciencia. No se puede negar que incluso hay deportistas cuyos movimientos son un tanto incómodos cuando uno los ve avanzar: Messi agacha bastante la cabeza, Ginobilli deja caer las manos como dos péndulos al costado de su cuerpo y mi sobrino de ocho años, que no se puede comparar con estos dos, da pasos cortos uno seguido al otro, sin aprovechar la zancada y avanzar más rápido; pero lo cierto es que ninguno, pero ninguno de todos ellos se atrevería a guardar sus manos en los bolsillos. Otro trago largo, que deja apenas un fondo en el pequeño porrón color marrón oscuro. Habría que erradicar a estos sujetos. Hacerles una prueba. Hacernos una prueba. Todos; dos minutos corriendo en una cinta. No niego que ante tal experimento puedan surgir ganas de despachar algún otro de los que mencionamos antes, pero por lo pronto hay que empezar con algo. Nuestro destino como sociedad peligra mientras las calles se vean transitadas por personas que, ante el mínimo apuro, agarren velocidad sin pensar primero en que sus manos deben estar libres. ¡Por favor! A veces me dicen que soy terco, pero esto es obvio; la mayoría piensa como yo. ¡Me exaspera! No es este el mundo que le queremos dejar a nuestros hijos, ¡claro que no! Imaginemos que distinta hubiera sido la historia si alguien se hubiera opuesto a los grandes poderosos, porque ellos iniciaron sus acciones pasando desapercibidos, y de un día para el otro dominaron la ideología a nivel mundial, las costumbres, los gustos, todo. Así están iniciándose estos sujetos que pasan inadvertidos; uno no los ve, o piensa pobres engendros, pero mañana serán presidentes, líderes, modelos a seguir y, nosotros vamos a ser los extraños en un mundo en donde correr como corresponde sea cuestionar todo lo que se encuentra vigente. Inclino la botella, y la cerveza como mi paciencia se agotan dejando el recipiente vacío.


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