07/09/2014

Taller de guión cinematográfico 2014. Los perfiles de personajes.

Durante el proceso hacia el camino al guión cinematográfico, construimos, pensamos, desarrollamos el perfil del personaje o de los personajes principales de la historia. Pensamos en cómo es en su ambiente personal, social y laboral, conocer su pasado, familia, historia de vida, sus gustos y su objetivo en la vida. El perfil del personaje es un "machete" para el guionista, es un texto que permite conocer, ampliar y exponer al personaje en el momento en que debe presentarse y desarrollarse dentro de la escritura del guión de cine.
Acá se exponen los personajes que llevarán adelante cada guión literario. Los invitamos a conocerlos.

“PARECIDAS PERO DIFERENTES” (Título tentativo para dar idea de la historia que pretendo desarrollar a partir de la descripción y el contraste de los personajes )

Alumna del taller de guión: Adriana Zerrizuela

Jessica Perez tiene casi 15 años, vive en un barrio de Villa Albertina, en una casa de chapa y cartones ubicada en el predio Campito Tonghi, precaria construcción levantada hace 5 años, cuando sus padres junto a seis hermanos menores, ocuparon un terreno durante una toma de tierras instigadas por un puntero político del lugar.
Antes, vivían en la casa de la abuela materna, donde Jessica nació y se crió, y la ayudaba a su mamá, Marta, de 34 años, con la crianza de los demás hermanitos. Su papá, Héctor, 34, changarín de albañilería.
Jessica terminó la escuela primaria en el colegio del barrio, y luego de eso, se abocó naturalmente a quedarse en la casa y cuidar de sus hermanos, sin haber siquiera pensado en cursar la escuela secundaria, ni ella ni sus padres.
Los ingresos económicos de la familia Pérez lo constituyen los esporádicos ingresos de Héctor, y la AUH que Marta cobra por sus siete hijos.
La vivienda donde conviven Jessica con sus padres y hermanos consta de una construcción  de 4x3  metros, con un solo ambiente separado por un biombo hecho de cañas que crecen cerca del lugar, en una zona pantanosa, ya que todo el predio donde viven los Perez junto a otras 65 familias fue una zona de relleno sanitario antes de ser ocupado.
En uno de los espacios se encuentra la cocina, que se alimenta con una garrafa de 10 kgs. que se encuentra adentro, una mesa con un mantel plástico a cuyo alrededor hay 6 sillas y 3 banquetas.  En el otro ambiente hay un sofá que se usa como cama, dos camas chicas y una cama grande.
El baño está afuera de la construcción, y es un cuadrado de chapas con una letrina, que tiene como abertura una cortina de tela sujeta con un cable.
Allí pasa sus días Jessica, la Jessi, como la conocen todos, a la mañana acompaña a sus hermanos Renzo, de 7, y Yasmin, de 8 a la escuela, y los va a buscar al mediodía. Sus otros hermanos, Mauro, de 10, Franco de 9, van solos, por la tarde. En su casa queda Magali, de 4, que no ha conseguido vacantes en el único jardín de infantes del Estado que existe en toda Villa Albertina. Y Kevin, de 13 años, duerme hasta el mediodía en el sofá.
Jessica ya queda levantada después de llevar a sus hermanos, algunos días lava su ropa, otras juega y entretiene a Magali y al bebé de 11 meses, Mati, su hermanito más chiquito.  A veces se sienta en una banqueta, y cuando tiene crédito, se manda mensajitos de texto con sus amigas o algún chico que ha conocido, o juega algún jueguito del celular. 
 Jessica es muy pulcra. Tiene por todo vestuario un jean chupin y una calza negra,  que alterna y combina con algunas remeras, musculosas,  tiene un remerón animal print y una camperita de vinilo, todo comprado en la Feria de la Salada que queda a unas cuadras de su casa.  Sus zapatillas Reebok blancas lucen siempre impecables, a pesar de que tiene que pasar y atravesar caminos de barro y calles sin vereda.
A eso de las cuatro de la tarde, Jessica toma mate con su madre, y con su padre los días que está en la casa sin trabajo.
Los fines de semana, sale a dar unas vueltas con chicas de su edad que viven en el Campito, a veces se juntan en una esquina, donde también hay chicos, varones, que viven por el lugar.
Hace mucho que no entra a su Facebook, donde su nick es Jesikita del Tongui, y donde dice que trabaja como fans de La Liga cumbiera.
Ya hace varios meses que cuando logra juntar algún dinero, y cuando un sábado, la Sabri, su amiga mayor de 18 años, logra que su madre le cuide a su beba Brisa, de 2 años,salen a bailar en un boliche muy conocido llamado Pouppé, sobre el Camino Negro, de Lomas de Zamora.

Silvina tiene 36 años. Vive en Lomas de Zamora, a 20 cuadras del centro de la ciudad, en un casa y en un barrio típico de clase media, parecidos ambos a la casa paterna de Banfield en la que vivió hasta que formó pareja, fruto de la cual nació Mara, de 15 años.
Es médica generalista, y trabaja en el Sanatorio Médico Lincoln, del cual su padre es director asociado, y además, durante la mañana es una de las profesionales de clínica médica del Hospital Zonal, y jefa de la guardia de los sábados. Opina que la vocación heredada de su padre, se completa por su propia vocación de servicio, y en virtud de ella, su desarrollo profesional y su realización personal no estaría completa si no trabajara en ese hospital, donde la lucha todos los días con el millón de problemas que presenta la salud pública y la situación de marginación social de la mayoría de las personas que llegan a atenderse allí.

Le gusta su vida. Quizás le agradaría tener otro hijo, tener un hombre al lado, lo que no sucede por el momento. Pero cada vez que proyecta o imagina tiene la sensación de que nada de lo que resuelva para su vida personal la puede alejar de su profesión…se siente necesaria, quién haría las cosas si ella no está, quien atendería la guardia y los pacientes del hospital, como ella los atiende.


Perfil de personaje

Alumna del taller de guión: Eleonora Gottlieb

Laura Romero, tiene 32 años, vive con su hijo Nahuel de 5 años. Es orgullosa, solitaria, honesta, transparente y prolija, tiene carácter fuerte, es una persona positiva, va para adelante con la mejor actitud, pero cuando se enoja reacciona sin medir las consecuencias.
Siempre perteneció a la clase media, pero ahora está atravesando un momento económico difícil. No tiene nadie a quién pedir ayuda. Trabaja en un lavadero de ropa de lunes a sábado y lo poco que gana a penas le alcanza para cubrir las necesidades diarias y pagar el alquiler.
Nació en Tandil un 26 de abril, su padre, Carlos Romero, heredó una panadería cuando era joven, y su mamá, Mirta Castro, es maestra. Se conocían desde la infancia porque eran del mismo barrio. Se casaron a los 20 años, a los 22 tuvieron a Natalia, su primer hija, y tres años después a Laura. Tienen una relación estable, se llevan bien, aunque no comparten muchas cosas, los sábados Mirta ayuda en la panadería.
Laura y Natalia tuvieron una infancia tranquila, iban a una escuela pública a la mañana y estudiaban danzas en el club del barrio, pasaban las tardes jugando con amigos, entrando y saliendo de la panadería.
Cuando terminó el colegio se fue a vivir a La Plata para estudiar odontología, vivía en un departamento que compartía con su hermana Natalia. Pero la carrera no le gustó tanto como pensaba, recursó el primer año y después abandonó y se anotó en un curso de cocina. Sus padres no estuvieron de acuerdo y dejaron de enviarle dinero.
Consiguió trabajo en el lavadero de ropa, se fue a vivir con el novio y no pudo hacer la carrera de chef que le hubiera gustado.
Al padre de su hijo lo conoció en el curso de cocina, él es 4 años mayor. Estuvieron juntos desde los 22 años, a los 26 ella quedó embarazada, se separaron cuando Nahuel tenía 10 meses, vive en Mar del Plata y sólo visita al hijo 2 o 3 veces al año.
Trabaja 8 horas por día, con su compañera de trabajo, Carla (20 años) se lleva bien, se divierten, pero no comparten cosas profundas, tienen realidades muy distintas. Carla le cuenta cómo se divierte los fines de semana, o la ropa que se compra con lo que gana y Laura se distrae pensando qué distinta podría haber sido su vida.
El dueño del lavadero es un hombre de 45 años, desagradable, las trata con desprecio, muchas veces las hace quedar hasta más tarde y les descuenta cada minuto si se retrazan.
A la mañana temprano lleva a su hijo al jardín de infantes, Natalia lo retira del jardín a la tarde y lo cuida hasta que ella vuelve a la noche. Natalia trata bien a Nahuel, pero siempre le reclama a Laura el tiempo que le quita y le recuerda todos los errores que comete como madre. Tiene dos hijos de 3 y 6 años que tienen realidades muy diferentes a las de Nahuel.
Laura vive en una casita sencilla, con un solo dormitorio que comparte con el nene.
Intenta vivir mejor, se esfuerza para que su hijo no tenga necesidades materiales ni afectivas. Su sueño es tener un pequeño restaurante. Quiere tener una vida más tranquila, se siente frustrada, busca trabajo en restaurantes y bares, sueña, proyecta y se enoja con ella misma. No quiere deberle nada a nadie. Busca conseguir sus objetivos por sus propios medios.


Perfil de personaje

Alumna del taller de guión: Ivana Pasten.

Úrsula Marco, tiene 11 años. Vive con sus padres en uno de los mejores barrios de Viedma, capital de Río Negro. Va a 6º del colegio católico más caro de la ciudad. A pesar de que en su familia nadie practica la religión, ella concurre a este colegio para demostrar una buena postura social y económica, las cuales, según sus padres, son muy importantes.
A sus 9 años, sus padres le dijeron que su hermano mayor, Alex, se había ido al cielo, y que desde esta tragedia, ella debía hacerse de amigos para no estar sola. A ella no le interesaba en ese momento-ni ahora- socializar porque sin su hermano las cosas y situaciones no son divertidas, entretenidas, ni tienen sentido. El único “amigo” que le quedó fue Alen, su vecino, a quien conoce desde pequeña. Pero al niño, luego de que todos se enteraron de lo de Alex, no lo dejaron acercarse más a Úrsula, pensando que sería muy peligroso estar cerca de ella.
La niña no se lleva bien con los adultos, tienen problemas de conducta en cualquier lugar donde concurre, pero principalmente, en el colegio. Aunque es muy inteligente, sus calificaciones no lo prueban, pero no es un problema para sus padres ni para el colegio mientras la cuota esté al día.
La única materia que tiene aprobada es arte, ya que entre sus afinidades se encuentra la creatividad. Por ello, con el dinero que sus padres le dan para que se alimente, guarda una parte y la utiliza para comprarse muñecas. Tiene más de 150 muñecas, de todos los tamaños, colores y marcas, algunas pertenecieron a su abuela y madre y otras, a personas que ella no conoció nunca porque las encontró en la calle.
En su tiempo libre, se encierra en su habitación e intercambia partes de una muñeca con las de otra, las pinta, les dibuja garabatos, les tiñe el pelo, y antes de guardarlas, cuando cree que quedaron bien, les pega una hormiga seca-y muerta- que ella misma cazó y las guarda en un armario con puertas de vidrio que se encuentra en su habitación.
Tiene tarros llenos de hormigas, que guarda desde hace años cuando su hermano todavía estaba allí, y bibliotecas con muchos libros de terror.
Penélope, su madre, es profesora de letras y psiquiatra, nació y vivió toda su infancia en Viedma. A los 14 años, sus padres la llevaron a Capital Federal y se quedaron a vivir allí. Le gusta mucho leer, al igual que Úrsula. Su libro favorito siempre fue Cien años de soledad, y de allí deriva el nombre de su hija. Proviene de una familia bien posicionada económica y socialmente, sus padres, ambos, fueron médicos exitosos.
Siempre fue una alumna muy aplicada, y por ello logró realizar dos carreras a la vez, con un año de diferencia.
Conoció a Evaristo, padre de Úrsula, cuando éste viajó a Argentina, por medio de un intercambio estudiantil por un año. Fueron juntos al último año de secundaria. Al comienzo no se llevaban bien, pero la relación fue cambiando con el tiempo. Se enamoraron y, él, después de que se fue a España, volvió a Argentina para realizar sus estudios allí.
Evaristo nació en Ávala, Salvatierra, España. Proveniente de una familia muy poderosa, sus padres, también españoles, fueron propietarios de muchas tierras del lugar. Cuando ambos terminaron sus estudios, Evaristo y Penélope, se casaron. En su ambición de jóvenes, ya siendo exitosos en el ámbito de la medicina y psiquiatría, proyectaron una investigación que los conduciría a un nivel muy alto en sus profesiones. Por ello, decidieron concebir a Alex y cuando éste cumplió un año, se mudaron a Viedma.
El padre de Penélope, quién vivía allí, había fallecido unos meses antes, por lo que cuando se mudaron, ocuparon la casa de los mismos.
Alex, desde que nació, fue objeto de las investigaciones de sus padres y de centenares de médicos premiados y exitosos, quienes analizaban y experimentaban con el niño todo el tiempo para probar diferentes cuestiones que se presentaban. Se pasaba días enteros internado en clínicas, sin justificación alguna, hasta que nació su hermana. No concurrió ni una sola vez a ningún colegio, le enseñaron a leer y escribir en su hogar. Les temía a todos: a sus padres, a los médicos, a las enfermeras, a los niños. La única persona que le inspiraba confianza era Úrsula y por eso era muy apegado a ella. Entre ellos se construyó una relación filial irrompible. Su hermana lo cuidaba y lo defendía mucho de todos los médicos y, principalmente, de sus padres cuando lo querían llevar a la clínica.
En el 9º cumpleaños de Úrsula, Alex no estuvo presente, porque según sus padres, el niño se había ido al cielo. Nunca quisieron profundizar sobre el tema, entonces ella pensó que su hermano se había suicidado.
Pasaron los años y en el transcurso de los mismos, la niña planeó escapar de casa. No sabía adónde ir, pero sabía que no quería estar nunca más en ese infierno. Tenía dinero ahorrado y también podía vender sus pertenencias por internet para seguir juntando.
Además, había advertido muchas veces, escuchando a sus padres, que existía una caja fuerte que contenía muchas cosas de valor.
Así fue, cuando el día se acercaba, que Úrsula entró a la oficina de sus padres para buscar esta caja pero no logró hallarla. Sí encontró un cajón cerrado, que le despertó mucha curiosidad, así que luego de emprendió una indagación de la llave, la cual logró encontrarla en la biblioteca de su madre.
En el cajón no había objetos de valor, ni dinero, sino papeles de la clínica en donde trabajaban sus padres. Cuando estaba por rendirse, divisó el nombre de Alex.
Con miedo e impotencia, descubrió un gran secreto: Penélope y Evaristo, le habían mentido, su hermano no estaba muerto, no se había suicidado, no estaba en el cielo; estaba vivo, internado en la clínica, siendo analizado y observado por todos esos malvados médicos.
Esta revelación le cambió absolutamente todos sus planes. Ella debía ir en busca de su hermano, sacarlo de ese horroroso lugar y escapar con él.


Perfil de personaje

Alumna del taller de guión: Marina Natalia Pieronni.

Francisca: es una mujer un tanto obsesiva con las cuestiones cotidianas. A veces suele levantarse tres veces  a cerrar la misma  canilla.
Cuando camina siempre mira el piso porque no quiere  tocar  las líneas  de las baldosas y si esto por algún descuido ocurre, vuelve  a la baldosa y la pisa tres veces.
Se apasiona con la música, aunque no sabe tocar ningún instrumento… ella admira y se enamora de músicos locales, nacionales y hasta ha fantaseado con alguna estrella.
Lo que no sabe es que esa misma debilidad la tuvo también su madre, quien la crio sola con amor y dedicación, pero sola; ya que su padre la abandono cuando tenía tres años, y de eso no recuerda nada. Su papá tocaba el bandoneón en las esquinas de la ciudad.
La apasionan los músicos la  misma especie que la abandonó.
Cuando nadie la ve usa  una peluca, una melena  rubia y dice  algunos poemas en francés… mal pronunciados. Tiene un novio imaginario al que le sirve un plato  en su mesa para no sentirse tan sola esto  sucede cada  vez que la soledad se torna insoportable.
Conversa y coquetea con él, pues le resulta más fácil relacionarse con su amigo imaginario que con uno de esos músicos  sensibles, sensuales  e interesantes pero posibles amores abandónicos.

Juan: tiene 46 años, un hijo al que no conoce porque eran adolescentes y la familia de la joven madre casi niña se la llevo del lugar y perdió el rastro; vive solo y se crío en Berisso. Ama su lugar, caminar por la calle New York le pasó a otro lugar, a un espacio que lo sumerge en la marginalidad de los personajes nocturnos.
Es solitario, fumador... un tipo raro, siempre pensativo.
Atiende el kiosco de la escuela Miguel de Unamuno. Vende de todo pero lo que más placer le da es vender revistas viejas de historietas que ya salieron de circulación, sabe que son los últimos ejemplares. Se crió en Berisso con su mamá, su papá y una hermana a la cual no le habla por haberse casado con un militar conocido por los vecinos gracias  a haberse  convertido en un alcohólico empedernido.Su hermana dice que esta así por no haber superado los años más trágicos de la Argentina, pero Juan no le cree.
Estuvo en pareja con una mujer rubia, se llamaba Liz, no estaba muy enamorado, porque a pesar de su belleza no tenía vuelo mental y eso ara algo que él no toleraba, no lo aguantaba.
Ella lo abandono mientras Juan vendía historietas, él no lo supera, no por amor sino por no haber sido él quien la dejaba. Admira secretamente a Federico Di Giovanni.
En sus ratos libres juega al ajedrez, sé sabe muy malo jugando pero es el arma más eficaz que encontró para  matar el tiempo.
Juan siente una soledad que lo asfixia, pero se mira frente  al espejo y su aspecto desalineado, sus preferencias y esa manera seca y sin remordimiento al opinar, lo hacen enmudecer cuando ha intentado acercarse a alguna mujer. El abandono de Liz, su aspecto desprolijo, el humo de sus cigarrillos, sus historietas, el ajedrez lo hacen un hombre poco deseable... piensa.

Rita: tiene 45 años, sin hijos, sin pareja, busca el amor.
Tuvo un novio, todavía cree estar enamorada de él. Se crío en un pueblo de Entre Ríos y pasaba las tardes jugando y charlando con una amiga, con la que se llaman regularmente, la amistad perduro en el tiempo. Cuando hablan por teléfono no pueden dejar de emocionarse, sus escondidas a la orilla del río, entre sus travesuras estaba la tirar piedras cerca de las lanchas y canoas que pasaban frente a ellas. Rita recuerda lo duro que fue para sus padres la vida ribereña pero también cierra los ojos cuando la ciudad la aturde y recuerda la quietud y belleza silvestre de Paraná.
Su mamá Berta fue una ama de casa dedicada y cariñosa tanto con ella como con su padre Luis quien se ganaba la vida pescando.
Rita tuvo un novio, Manuel, él estaba de paso por Paraná y se quedó por ella unos dos años, lo que duró la relación.
A Manuel lo enloquecía la quietud del lugar y en su abandono también ladejo a ella.
Rita por seguir su rastro se trasladó a la ciudad ya que Manuel tenía una tía en la ciudad  y esa era su única pista. Una vez instalada en la ciudad estudio magisterio, se recibió y dedico su ida a enseñar y extrañar a Manuel. La vida en la ciudad la convirtió en una ardua lectora, adora a García Márquez  y cada tanto relee" Solo vine a hablar por teléfono" para ella una genialidad que el colombiano escribió en abril de 1978.
Rita mientras cocina de memoria partes del cuento. Y cuando nadie la ve hace la coreografía de flash dance, a veces en su casa... a veces en la escuela. Ella es más bien introvertida, es hacendosa pero no enérgica sino más bien se toma su tiempo para hacer las tareas correctamente. Católica, honrada, nostálgica y un poco ilusa. Sueña con que algún día de la nada aparezca Manuel a buscarla al colegio, en el que trabaja doble turno.

Rita no se da cuenta, pero busca un amor.

Perfil de personaje: “Piedra libre”

Alumna del taller de guión: Sabrina Carnéz

Agustina es la hija mayor del matrimonio Lizarraga, conocidísimo apellido en la zona sur de nuestro país, por ser “gente de bien”, adinerada y respetada por muchos.
Además de AGUSTINA, JOSÈ y NORMA tuvieron a FELIPE, seis años después del nacimiento de aquella. FELIPE, como todo hijo menor, es el consentido de la familia, sin que esto le ocasione a AGUSTINA un sentimiento de rechazo o envidia hacia su hermano, ya que ella siempre intentó demostrar independencia desde que era apenas una niña. A diferencia de su madre, AGUSTINA fue muy autosuficiente durante toda su vida. Desde la infancia demostraba ser una niña madura, independiente, a pesar de su timidez que hacía de ella una persona introvertida y algo antisocial.
Su infancia, aunque repleta de lujos, fue muy fría y poco feliz; su padre siempre fue muy violento con ella y con su madre, no mediante violencia física explicita, sino más bien a través de insultos y ejerciendo una violencia psicológica fuerte. José se encargaba de resaltar sus dotes de hombría ante las mujeres de la familia, insultándolas e imponiéndoles un rol de sumisas ante sus demandas.
Lejos de parecer un rasgo anormal para NORMA, ésta no respondía siquiera con quejas ni contestaciones; naturalizaba los hechos como algo natural, ya que su padre y su madre tuvieron el mismo vínculo durante su niñez y esto –en parte- hacía de NORMA una mujer sumisa y relegada a las peticiones de su marido.
NORMA, ama de casa y docente jubilada de la vieja escuela, amante de la buena conducta y religiosa ortodoxa, hace honor a su nombre y vive su vida bajo la premisa cristiana de cargar con el pecado original y de transitar su vida protagonizada por el sufrimiento.
Estos – y entre otros- fueron los valores con los que AGUSTINA tuvo que lidiar durante su infancia.
JOSÈ, padre de familia, transitó su vida como Jefe de Área en una conocida empresa petrolera del sur de nuestro país, y en donde actualmente es bien recibido por sus ex colegas, hoy miembros de la Comisión Directiva de la Empresa, una comisión rodeada de grandes apoderados, dueños de las más corruptas ideas y viciosos carentes de todo tipo de talento y capacidad dispuestos a adquirir poder a cualquier precio.
De esta manera JOSÉ pasaba sus días como colaborador de aquellos y siempre a la espera de su reconocimiento como tal (hombre poderoso y “de bien” dentro del grupo respetado y de elite para el cual brinda su experiencia como jefe retirado).
Otra de las características destacadas del grupo -y particularmente de JOSÉ- es el machismo exacerbado con el cual se manejan en todos los ámbitos de sus vidas. Por parte de JOSÉ, ésta condición se legitimó como rasgo parental, específicamente con AGUSTINA, por su condición de mujer y de hija mayor.
AGUSTINA convivió con su familia hasta cumplir los 21 años, como su padre siempre lo había establecido, ya que ella desde los 18 años quiso irse de su casa a estudiar lo más lejos posible.
Una vez finalizados sus estudios secundarios, AGUSTINA se vio obligada a continuar en una universidad de su ciudad natal a causa de la enfermedad de su madre, a quien no podía dejar a un lado, ya que necesitaba de su cuidado y atención, como lo determinó su padre, quien, de alguna manera, la dejó a cargo de su madre para el cuidado y control de su enfermedad.
De esta manera, AGUSTINA siempre vio truncados sus esfuerzos por irse de su ciudad en búsqueda de paz y particularmente en búsqueda de sí misma, ya que siempre debió responder a las demandas de su padre y nunca lograba realizarse tanto en lo profesional como personal.
Agustina hoy, a sus 30 años de edad, decide irse muy lejos y escaparse de aquella familia que la “ahoga”; determinación que ha tomado a partir de la ruptura con LUCAS, su ultima pareja con quien había estado conviviendo pero que no resultó, ya que ella tiene grandes complicaciones a la hora de convivir con un hombre y a las cuales asocia con su fracasada infancia y adolescencia por culpa de sus padres.
En este escape, AGUSTINA busca reconocerse, encontrar cuáles son sus verdaderos deseos, busca poder recibirse de Socióloga, carrera que empezó diez años atrás y que aun no logra terminar.
Agustina sufre de anorexia desde que tiene 19 años, enfermedad que nunca dio a conocer a la gente de su entorno y que no comparte con nadie, ni siquiera con sus dos únicas amigas confidentes que conoce desde niña.
Esta enfermedad hace que AGUSTINA se encierre cada vez más consigo misma y que cada vez este más lejos de lograr reconocerse e ir en búsqueda de sus propios deseos.
AGUSTINA, una vez instalada lejos de su familia,  se refugia en un pequeño departamento rentado y a muy bajo costo por el padre de una de sus amigas;  trata de vestir distinto, con ropa casual, jeans,  ropa holgada y  zapatillas, a diferencia de aquella chica fina y elegante que era en la sureña ciudad.
A pesar de su vestimenta –sobria y sencilla- siempre viste un collar de perlas que su madre le obsequió cuando cumplió 15 años, con el cual se siente a gusto, a pesar de sus diferencias con su madre, a quien culpa de sus males por haber sido cómplice de sus años perdidos.
AGUSTINA se encuentra sola, en media de una ciudad que no conoce y  -aunque lejos- igual los recuerda constantemente, ya que, a pesar de no querer ser esa chica sureña que no podía escapar en búsqueda de su independencia interior, seguía atada a un pasado que aun la marcaba y perseguía, al menos en sus pensamientos.
Cada vez que AGUSTINA se mira en un espejo, objeto con el cual interactúa a menudo, ya que, además de ser una característica o rasgo de su enfermedad -el estar pendiente de la imagen que dan al otro (o a “los otros”)-,  cada vez que se refleja cree -metafóricamente- ver en éste su pasado, pero dentro de un presente que intenta borrar esa etapa de su vida.
En determinados momentos, AGUSTINA se hunde en una profunda crisis emocional que, entre llantos y oscuridad no la dejan alcanzar sus deseos.
Mientras tanto, AGUSTINA trabaja dando clases de Sociología en una escuela, y aunque tranquila con ello, se aburre en sus ratos libres, sale a caminar, lee mucho sobre política y humor, mira películas, aprende danzas en una escuela de arte y busca ocasionalmente refugio en los hombres, pero sin comprometerse con ninguno.


Perfil de personaje

Alumna del taller de guión: Celeste Lyonnet

Thom tiene 24 años, es músico. Pero no cualquier músico, el ve cosas que los demás no. Su pasión empezó cuando tenía 6 años, tomando clases de piano como un hobby que le había recetado su psicólogo, para que dejara de pensar en su futura hermana que llegaría al mundo y tuviera la cabeza ocupada. Él jamás creyó que iba a tener tal habilidad, tanta destreza en un instrumento tan complejo como es el piano. A los 18 años, después de haber terminado la secundaria, decidió estudiar música en una academia muy importante. Lo que para él empezó siendo un cable a tierra, terminó siendo un lazo fundamental en su vida, el piano lo motivaba, lo entendía. Thom es una persona sensible, que puede captar cosas que para algunas personas son invisibles, por ejemplo tiene el don de ver música en cada persona, el ve una melodía en cada una de las  no se que cuantas personas haya en el mundo, para él todos quieren demostrar cosas diferentes, pero quizás algunos demuestran siempre lo mismo. Es una persona muy tranquila, callada, reservada, observadora, intuitiva, a veces es demasiado silencioso entre tanto silencio. Le encanta viajar, y leer muchos libros, que puedan transmitirles nuevos pensamientos y costumbres, el cree que nunca está de más aprender algo por más que sea diminuto. Jamás tuvo una pareja, no sabe lo que es que le rompan el corazón, por eso tiene tanta tranquilidad encima, porque no está roto, es una de las muy pocas personas que caminan en el mundo con el alma entera y no van dejando restos por doquier de ella. Está cansado de componer música que solo transmitan sentimientos creados "para" alguien y no por el mismo. El ve la tristeza que tiene su madre cada vez que mira un portarretratos de su esposo y la felicidad de su hermana y puede componerla en una linda canción, pero él...
Nunca compuso algo que sintiera él mismo. Siempre que se planteó cosas las hizo, es una persona bastante perseverante, cuando quiere algo lo consigue hasta el final de los tiempos. Thom está decidido a sacar un álbum solista que contenga 12 canciones, y la última de ellas que sea una canción que jamás se haya escuchado. Aunque se siente bastante solo en el mundo, camina por las noches, por las calles de su barrio tratando de buscar algo que lo remiende, que le dé un motivo para tocar una melodía exclusiva, exacta y precisa. Thom está cansado de que la vida siempre signifique tan poco para muchos y tanto para otros, el quiere sentir algo, quiere saber lo que es el cálido aplauso de la gente que valora sus esfuerzos musicales, y no los constantes reproches que consigue en su casa por no haber estudiado abogacía como su padre, aunque el trabaja con su madre en el estudio, no es lo que le interesa, se la pasa sentado frente a un escritorio viendo por la ventana la libertad del afuera y escuchando cosas que sinceramente no le importan. Conociendo personas que no le trasmiten absolutamente nada, vive haciendo algo que no le gusta, pero con eso vive, ya que la música es una traba complicada, y no encuentra el apoyo necesario o la ayuda que quisiera en nadie, está solo en esto, el sabe que es difícil, y más aún sin nadie que te brinde un abrazo cuando todos te critican un trabajo que llevó horas. El quiere ser pianista, vivir de la música, y por más que parezca un sueño ignorante de un adolescente de 16 años, es lo que siente en el fondo de su alma.


Fausto es un niño que vive en la calle, tiene 12 años y no sabe lo que es ser tratado con cariño. Le tiene miedo a todo lo que lo rodea. El fué abandonado por su madre cuando tenía apenas un año de edad en la estación de tren, al menos eso es todo lo que sabe de su existencia hoy en el mundo. Es tímido, distraído, humilde, pero lamentablemente tiene que hacer cosas que no quisiera solo para sobrevivir. El sabe que en el mundo hay un propósito por el cual los humanos estamos, y fausto quiere descubrir el suyo. Todos los días va buscando dormir en albergues diferentes, revolviendo la basura para encontrar algo de comida, o escabullirse en los vagones del subte para robar algo de dinero u objetos de valor y venderlos para tener dinero extra. Es muy solitario, solo una vez tuvo un grupo de amigos que lo ayudaron un poco a salir adelante cuando era más pequeño, pero entre robos y drogas, todos se fueron alejando o muriendo y ahora solo está el y lo sabe. El sueño de fausto es conocer a su mamá, preguntarle porque hizo lo que hizo, porque abandonarlo y no darlo en adopción, porque lo tuvieron que criar indigentes de la calle y no ella, que fue quien lo concedió porque se suponía que los hijos nacen del amor. Tiene más dudas que certezas en su cabeza, quiere ser alguien en la vida, quiere estudiar, pero no consigue atención del estado, ni de la gente, él es solo una mancha gris en un montón de tonalidades que se esfuerzan por dejarle en claro que si no sos alguien no existís, si no tenés dinero no resaltás, si no tenés familia no te ven. Así es el mundo, cruel.



22/08/2014

Memorias de Carlos Lorenzo

Por Juan Ignacio Ortelli (Taller de escritura para jóvenes y adultos)



JUEVES

Era la noche de Jueves Santo en la prisión de Santa Magdalena, pero sin  los grandes festejos que debe haber en el exterior. En realidad uno solo podía imaginarlos, ya que en esta prisión, el contacto con el exterior era casi nulo.  De hecho, era una gran mole de material, con techos y ventanas completamente tapados de hormigón, lo que no dejaba pasar la luz del sol ni la brisa fresca. Todos los presos encerrados en Santa Magdalena estábamos abandonados a nuestra suerte. Ni siquiera la mirada de Dios llegaba a inmiscuirse en el interior de la prisión.
Fuera de eso, no se la pasaba tan mal una vez adaptado, en especial porque tenía compañía. Nunca faltaban temas de conversación con  mi compañero de celda,  el “negro” Menéndez.  Por momentos  mi camarada parecía un poco extraño en su forma de hablar, pero ello  se explicaba en que era un tipo muy culto. Además se trataba de un hombre  tranquilo, interesante y al que le gustaba mucho leer, hábito del que  me terminó contagiando. Shakesperare era sin dudas el autor que mas lo apasionaba y le encantaba hablar de sus obras. Aunque no lo demostrara mucho, por momentos era una persona alegre. En estos cinco últimos años, se había transformado en el hermano que nunca tuve. Su nombre de pila era Arístides, y parece que en su momento fue  un cirujano de renombre. Por supuesto, hasta que mató a su mujer y lo encerraron acá.
Aquella noche, en medio de una de nuestras charlas, recuerdo que pasó de la serenidad a la melancolía en un segundo, y me preguntó:
-  Lorenzo, ¿qué pensarías si te dijera que soy inocente?
-  Acá todos somos inocentes – le dije mientras me reía.
Sin embargo no me acompañó en la sonrisa y me siguió hablando, con una expresión triste en la mirada.
-  La verdad es que soy inocente. Estuve cinco años confinado dentro de esta prisión, y me esperan muchos más. Si algún pecado cometí, creo que lo he pagado con creces. Necesito volver a sentir el viento en mi cabello, el agua de mar en mis pies, ver un amanecer en el horizonte, caminar sin importar a donde voy. Quiero ser libre y volar lejos como las golondrinas en verano. Necesito salir.  La cárcel me destruye poco a poco.
-  Es lo que todos quieren – le contesté – pero, sin ánimos de quitarte la esperanza, es complicado.
-  Vos estás desde hace mucho tiempo encerrado Lorenzo. Si nos pusiéramos a contar, creo que desde antes que yo llegará, tu condena ya estaba cumplida.  Podrías irte como un hombre libre, por la puerta grande. Cualquier juez te otorgaría  la libertad. ¿Por que te quedas? ¿Realmente te gustaría irte?
La pregunta me dejó duro. La verdad es que  estuve más tiempo encerrado que afuera. En el interior soy alguien, afuera no sería nadie. Acá soy “el viejo Lorenzo”, los jóvenes me respetan, los carceleros me tratan bien,  me llevo bien con todos los internos. Sin ser soberbio, de alguna forma soy como una institución acá adentro.  En la calle todo es un misterio, no tendría idea de como sobrevivir. Los  únicos recuerdos del mundo exterior que tengo, son de cuando era aquel muchachito de 19 años que cometió un error. No volvería a matar a nadie, pero entre los barrotes me sentía más seguro que en cualquier otro lugar, por más libre que pudiera ser.
- Soy un criminal peligroso –contesté evadiendo la pregunta- la única forma que tengo de salir de acá “es con los pies para adelante”, como te decían los guardias hace años. Aparte, tampoco la paso tan mal en este lado de los barrotes.
-  Tal vez tengas razón, Lorenzo. – me dijo mi amigo con un dejo de decepción- Puede que  la única forma de salir de prisión sea “con los pies para adelante”.
Luego el Negro se acostó en su litera y se quedó dormido, supongo que quiso cortar la conversación por lo sano.

VIERNES

Esa tarde de viernes santo, como todos los viernes, estábamos parados en el pasillo, mientras los guardias revisaban las celdas buscando cosas para requisar. Había poco personal en la cárcel ya que la mayoría se había ido para las fiestas con su familia, pero los que quedaban todavía tenían que trabajar.
El negro me estaba contando que tuvo un sueño, en el que nos tomábamos un café en una confitería como hombres libres. Si se daba algo tan disparatado, le dije entre risas que pagaba yo .De pronto, el negro comenzó a tambalearse hasta caer al piso, parecía que se le había bajado la presión. Como el medico estaba en el pueblo, trajeron a su ayudante de la enfermería, recién salido de la facultad de medicina. Muy tarde… mi amigo ya no respiraba.  Me dijeron que había que hacerle la autopsia para estar seguros y que por eso iban a llevar el cuerpo a la morgue del pueblo, pero que a simple vista parecía un paro cardiaco.
Con el cruel desenlace recordé sus palabras del día anterior. Digan lo que digan, años de sufrimiento fueron demasiado para su corazón. El encierro fue mucho mas duro para él que para mí.   Menéndez era como un ave silvestre, a la cual el encierro y el hacinamiento dejaron sin poder volar, hasta destruir completamente su esencia. En cambio yo soy un canario, tan adaptado a mi jaula, que perdí toda habilidad para la vida en libertad.
Mientras se llevaban el cuerpo sin vida del negro, en una bolsa de plástico, solo pude rescatar que su alma, al fin logró traspasar las paredes de la prisión, dejando atrás la cruz que lo oprimía.

DOMINGO

Habían pasado dos días desde el fallecimiento de mi viejo amigo.  Como nadie vino a reclamar sus pertenencias, me permitieron quedarme con ellas: un rosario, algunos libros, un peine, un pañuelo y un juego de damas.  Ahora las cosas eran un tanto más solitarias, ya que si bien en el patio estaba en contacto con todo el mundo, en la celda me faltaba mi hermano de tantos años.
Al mediodía, uno de los guardias se me acercó para dejarme una carta. En tantos años que estaba ahí adentro jamás había recibido correspondencia alguna, por lo que el hecho me resulto muy extraño. El remitente de la carta  era la “Hermana Julieta Capuleto”, de seguro ese trataba alguna de esas monjas que escriben a otros presos para hablarles de la misericordia de Dios. El sobre estaba abierto, así que obviamente lo habían revisado antes de entregármelo, sin encontrar nada raro como dinero o una lima para escaparme. El contenido de la carta decía:   

“Estimado Señor Carlos Lorenzo.
Le escribo estas líneas para que el Espíritu Santo derrame toda su gracia sobre usted en este Domingo de Pascua. Rezaré por Usted para que  logre sobrellevar estos duros momentos de soledad. Espero que se recupere y este tan bien de salud como yo lo estoy, y si desea saber más solo debe buscar más en nuestro interior.
Suya en Cristo. Hermana Julieta Capuleto.”

El contenido de la carta me había dejado pensativo. ¿Cuál era su significado? ¿Quién era esta Julieta Capuleto? Sabía que no conocía a ninguna monja, y a ninguna mujer del exterior que pudiera tener ese nombre.
Fue un segundo de iluminación en donde se me ocurrió que podía significar todo esto. Busque entre los libros del negro en la repisa, el ejemplar que podía tener la solución. Tomé el libro “Romeo y Julieta” de donde el nombre me parecía familiar. Empecé a ojear las páginas, sin saber que buscar exactamente, para ver si encontraba la verdad “en nuestro interior” como decía la carta. En la pagina 92,  me topé con una frase subrayada con lápiz, en medio de un dialogo de Fray Lorenzo a Julieta:

“FRAY LORENZO: (…) Toma este frasco, y cuando estés en el lecho, bebe este liquido destilado: de pronto correrá por tus venas un humor frió y soporífero; las arterias interrumpirán su movimiento natural y dejaran de latir; ningún calor ni aliento alguno mostrarán que sigues viviendo; las rosas de tus labios y mejillas se marchitaran y se tornaran pálidas como cenizas; las cortinas de tus ojos se bajaran como en el instante en que la muerte las cierra a la luz de la vida; cada parte de tu cuerpo, privada de la flexibilidad que te permite disponer de ella, permanecerá rígida, inflexible y fría, como en el reinado de la muerte. Permanecerás cuarenta y dos horas con ese aspecto que imita a la muerte fría, tras lo cual te despertaras como de un sueño agradable (…)”

Al leer esto se me dibujó una sonrisa. Llámenme ingenuo, pero no tenia dudas de que se trataba de un mensaje de mi viejo camarada.  En lo que al mundo respectaba, Arístides Menéndez estaba muerto, y a lo sumo su cadáver estaría desaparecido, pero yo sabía que al fin estaba en paz. Irónicamente logró la libertad saliendo “con los pies para adelante”. Jugó a los dados con la muerte, apostándolo todo; y ganó,  dejando atrás esa cárcel que poco a poco lo hacía olvidar su humanidad. Ahora sí puedo creer en la resurrección de la carne.

Tal vez, si mi camarada había tenido todo ese valor para enfrentar su cruel destino y revertirlo, yo también debería tener el valor necesario para dejar atrás mi propia prisión. Además le debía un café.  

Siete años

Por Nicolás Cataldi (taller de escritura para jóvenes y adultos)

Cuando terminó de ejecutar su travesura, se le ocurrió darse vuelta. Su madre lo observaba desde el umbral del patio, con el gesto adusto que últimamente le obligaba a adoptar. No le dijo nada, sólo se limitó a mirarlo. Él agachó la cabeza y fingió una vez más un arrepentimiento del que nunca fue amigo.
Escuchó con atención unos momentos, confiando en que su madre desistiera de su reprimenda silenciosa y entrara a la casa. Pero eso no sucedió, así que volvió a mirar el escenario destruido por su rebeldía infantil y comenzó a arreglarlo. Nunca se enteró de que la mujer que observaba desde el umbral, con una mano apoyada sobre su panza sietemesina, lloraba sin sonido.
Una vez exterminado el caos, se atrevió a voltear, justo al momento en que su madre desaparecía, cerrando tras de sí la puerta que daba a la cocina. La nueva modalidad del regaño le afectó, y se sentó en el pasto pensativo. Hubiera preferido el reto de siempre: el grito desmedido y el castigo. Así había sido desde que se enteró que iba a tener un hermanito. A partir de ese momento, cada travesura que él hacía era rápidamente cuestionada. Él tenía la culpa de todo lo que sucedía, aun cuando se aseguraba de no haber sido sorprendido en el ilícito. Nadie veía que era otro el que arruinaba la armonía de la familia. Nadie retaba al intruso que irrumpía en la panza de su madre.
Puede ser un cliché, pero en ocasiones la vida es cruel, injusta. Porque permite el sufrimiento sin dar tiempo a comprender. A veces no da oportunidad, a veces lleva a cruzar límites. A veces, simplemente, la vida no es vida. Porque pasa por delante de los ojos pero no se ve. Y porque, normalmente, uno no entiende que hasta siete años pueden ser una vida.
Con el cielo totalmente cubierto, el patio lucía extrañamente triste, exánime, luctuoso. Allí, donde ahora estaba sentado con cierta amargura, Pedro siempre se había sentido el rey. Gran parte de sus escasos siete años los había vivido en el jardín de su casa. Nadie conocía mejor que él esa enorme jungla, el lugar elegido para manifestar su novedoso hábito de portarse mal. Allí mismo había logrado realizar, el día anterior, su obra de arte. La peor diablura de su largo historial, la única por la que paradójicamente no recibió castigo de sus padres. Y la única vez que realmente consiguió su objetivo.
Lo había planeado, es cierto. Más de lo que cualquier niño de su edad lo habría hecho. El día en cuestión, tomó una bolsa que tenía guardada en su armario. La abrió y la miró con satisfacción: la última semana había estado hurtando, de a una, diferentes prendas de ropa que cobijarían al futuro invasor. La llevó al patio y la cerró atándola con una soga gruesa.
Esa misma mañana había conseguido trasladar una de las pesadas piedras blancas que delimitaban los canteros del jardín. Con mucho esfuerzo y sin que nadie lo notara, la había escondido detrás de la gran piscina de fondo celeste que rebozaba de agua. Y, finalmente, tomó la llave prohibida del enrejado que la cercaba, para completar su obra delictiva.
Antes de comenzar el acto, se aseguró de que su madre se demorara en la cocina un buen rato –hubiera  deseado que su papá también estuviese en casa, pero se ausentaba demasiado por el trabajo. Salió nuevamente al patio, y bajo un cielo resplandeciente, se dirigió a la pileta. Abrió sin hacer ruido la reja e ingresó la bolsa, la soga y la piedra.
La idea era simple y divertida: lanzar la bolsa atada a la piedra para que ésta la oculte por su propio peso. En algún lado lo habría aprendido. Sabía que tarde o temprano la encontrarían pero, como siempre, la reacción de sus padres era lo que buscaba. Sin embargo, cuando se incorporó con dificultad tras agacharse a levantar la piedra, perdió fácilmente el equilibrio y cayó a la pileta. 
Con el agua sobrepasando su altura, Pedro se agitó con vehemencia. No sabía por qué, no sabía qué lograría, sólo lo hacía. La profundidad era mucha, y él distaba de conocer la superficie. Tras tragar algo de agua, miró hacia arriba. Desde donde estaba, la pileta se confundía con el cielo. Por ese límite difuso, esperó que asomara la desesperada cara de su madre. 

No pensó que quizás ella no estaba en la cocina. No pensó que tal vez sus travesuras podían conocer castigos peores. No pensó que apenas siete años pueden ser una vida. Intentó escuchar pasos a la distancia, pero sintió como si alguien le apretara muy fuerte los oídos. No entendía qué era. No entendía por qué tomar aire ya no era una opción. Así como no entendía por qué su madre tardaba tanto en recorrer el breve tramo entre la cocina y la pileta. Siete años. Siete años no alcanzan para entender.  

21/08/2014

Bienvenidos

El Área de Letras de la Escuela Taller Municipal de Arte (ciudad de La Plata, Argentina)  está compuesta por los siguientes talleres: Taller de Escritura para adultos, Taller de escritura para jóvenes, de Guión cinematográfico, de Lectura y comprensión de textos, de Narrativa, y de Poesía y Letrística. Los Talleres del Área de Letras ofrecen aquí un conjunto de textos escritos por sus integrantes actuales y de años anteriores, quienes a través del acto de escritura y con voces estéticas diversas, hablan y muestran sus propios modos de percibir la realidad y de comprometerse con ella; textos entonces que devienen gestos de libertad, dirigidos hacia Uds. Lectores, con el fin de contribuir al diálogo inherente a la construcción de nuestra identidad individual y colectiva.