02/07/2017

Teresa Orbegoso - Textos leídos en el ciclo "Nuevas voces en la escritura" 2017

Teresa Orbegoso (Lima, 1976). Licenciada en Periodismo, investigadora social y gestora cultural. Ha publicado los libros de poesía: Yana wayra (Ed. Urbano marginal, Lima, 2011); Mestiza (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2012); La mujer de la bestia (Ed. Trópico Sur, Maldonado, 2014); Yuyachkani junto a la artista plástico Zenaida Cajahuaringa (Ed. La purita carne, Lima, 2015) y Perú (Ed. Buenos Aires Poetry, Argentina, 2016). Participa en la antología sobre la vigencia del poema en prosa en Sudamérica: Del caos a la intensidad (Hijos de la lluvia, Juliaca, 2017). Ha compuesto la música para el libro La casa sin sombra de Claudio Archubi. (UNTREF Cohorte 2014).


Después de una guerra a nadie obliguemos a amar. 

Amar, esa palabra resuena vacía, flota en el aire como si  tú no la conocieras, sin poder entrar en ti. Como si no la hubieras pronunciado nunca. Y otra aparece y se repite. Un intento para que tu tierra esconda y niegue. Polvo sin oxígeno. Fuente de su poder tu herida, la herida de la hija. Fuente de su miseria tu sonrisa, la sonrisa de la hija. 
 



¡Oh, inocente Resígaro! ¿Quién soy yo? Soy acaso la sombra de Caral que ha venido a abrazarte. O quizá sea la   fría alma de Arana que ha venido a pedirte perdón desde el Putumayo. Sé que mis manos son de polvo y mi vientre está seco como los huesos de mis antepasados. Sé que hubo un cronista que nos mintió sobre nosotros. Sé que criollos, sacerdotes, virreyes y presidentes orinaron sobre lo que fuimos. Sé que una llamada República nos consumió hasta  el punto del olvido. Pero ahora estoy aquí atravesada por todas mis generaciones conquistadas y conquistadoras; es- clavas, serviles y libres; heroicas y sabias; ancladas a la tierra, el mar y el fuego junto a todas sus sangres. Estoy aquí para recordar la patria invisible de la infancia. Estoy aquí para saber finalmente quiénes somos. ¿Qué ha quedado  de nosotros en medio de toda la niebla de Lima? No saber cómo te llamas, ni lo que fuiste, ni lo que hiciste. Andar perdido como un cuerpo que sólo sabe surgir y que nada aprende. Han sido los ecos de la ruina mi despertar. Sea mi destino coser los pedazos descoloridos de nuestra bandera. Darle materia y forma. No desaparecer. 




Bajo qué huaca oculta, este país. En qué color de piel, su marcha hacia ninguna parte. Qué aguas flamenco y zorro beben del mismo pozo. Sobre el río viaja el indio en su canoa. Árbol de la quina, tus hojas cubren nuestra falta. Pronuncia nuestro nombre. Birú Perú. No lo reconocemos. Cuánta nada hemos construido. Cuántos huaycos de palabras, como niños aprendiendo a escribir. 




Perú no: tus culturas te caminan: llegan juntas, serenas, in- soladas y temblorosas, vienen tenebrosas tus culturas. Tus culturas quebradas, como el carozo carcomido y amargo, como un cielo enterrado en la semilla del maíz, sin verbo, sin rastros europeos, sin compasión: leves, líquidas, embotelladas, sangradas culturas. Culturas neblina. Culturas guano. Casi culturas. 


Miriam Berkowsky - Textos leídos en el ciclo "Nuevas voces en la escritura" 2017

Miriam Berkowsky. Buenos Aires, Argentina, 1963. Magister en Escritura Creativa (UNTreF), Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA), Profesora para la Enseñanza Primaria (Profesorado Normal Nacional N°10). Docente y poeta. Es fundadora y miembro activa de la Cooperativa de trabajo audiovisual «Defensores de Locio», una productora de contenidos que basada en la economía social y en la consecuente organización del trabajo, difunde contenidos alternativos a los que interesan a los medios hegemónicos. Produce y co-conduce el programa radial que la cooperativa emite en AM 530, la radio de Las Madres de Plaza de Mayo. Trabaja con niños con trastornos severos del lenguaje, en su integración a la educación formal. Da talleres de escritura para niños, adolescentes y adultos, presenciales y por correo electrónico. Integra el colectivo de poetas «Contracurva», que se constituye a partir de una beca de formación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, junto a Laura Yasan y Guillermo Bianchi entre otros. Desde hace dos años organiza y convoca junto a la editora Gabriela Cosin, la escritora Javiera Gutiérrez y la actriz Inda Lavalle, el ciclo Ediciones Instantáneas: un encuentro donde leen sus textos poetas, narradores y ensayistas y del que participan además ilustradores, músicos y fotógrafos; la jornada termina con la impresión de un libro que refleja lo visto y leído en el evento. Participó de los talleres de poesía de la poeta Laura Yasan, del escritor y poeta Horacio Salas y de escritura humorística con Adrián Stoppelman. Trabajó en productoras de cine publicitario, pasando por todo el escalafón: comenzó como Meritoria, fue Ayudante de producción, Asistente y Jefa de Producción.



Indicios sobre la procedencia del mal

Alguna gente sabe
atarse los tendones
seguir  la corriente con la nave partida
se orienta de memoria
o de mapa con broches a presión
no se da la cabeza
con la cepa antorchera de tu roce    
y puede todavía encontrar el final
del día y su  plato de comer




Básico de la costura a mano

La ventana con alfileres
pared hilván pared punto puerta atrás
esta es mi casa      
nuestra de calar iniciales en la sábana 
la rutina se mantiene a hilo

los botones de mi delantal
resisten
lo impecable del día
pero una hebra me crece en el sueño ligero
echa melena
impone de puntillas un festón


Horóscopo chino

mi madre fue un caballo salvaje
quiso tener el cuero sudoroso
brillo y olor a turbulencia
tengo sus crines espléndidas rojas bien trenzadas

mi padre era un perro de hospital
nos mantuvo lamiendo heridas ajenas
nunca nos hizo faltar nada
me tocó su lengua de sangre y suero
los dientes romos

mi hermano supo heredar el animal
consiguió ser
presentado en el ambiente
hacer fauna

yo soy buena para guardar



Apariencia

una señal de nombre
se tentó con mi mano
en el destello de la copa
eras terrícola y ambos
nos dimos de liturgia sin reservas
la llave de la felicidad
entró en la cerradura
de una ilusión   ninguna   más acre
en la maquinaria del abandono
seducen por igual          máscara y rostro







Jomsuitjom

Una casa luminosa propia azucarada
tan bonita como puede
ser una gata de porcelana
esmaltada convocación de adorno
entro para quedarme acróbata
del circo en la familia para no
dar con invisibles
trampas sebos
que cantan como sirenas cuando hace
frío y es tarde su tibieza
resulta mortal
aconseja el felpudo delante de la puerta: manténgase alejado
pero no todos saben traducir
bien el inglés



Visita

me invitas a tomar te de mordaza
no hace falta        vacío ni ausencia
hay secretos que se dan
a conocer por sí
la revelación es un acto privado
de magia





Astro terranalicio de la luz segunda
astro terranalicio de la luz dulce
que con aventura extraña visitas las noches de la tierra
MACEDONIO FERNANDEZ
Destribuciones de la luz

Me fui con mi dicha clara en boya
de son reír y son quejar
tan vecinal
a ovillar en lo oscuro
luz segunda
tengo medio en el pecho
un cartel luminoso
oprimendas aquí en todos los idiomas
dice y se regalan
balas de mortero
enllamadas de segundo
fuego a mí
quién es el ya sido
la vida corta 
¿es? golpe repetido
Me voy con mi dicha aventanada
de son quejar  y son reír
tan luz segunda


Los desvelados
                            A parecidos

La baldosa renuncia a mantenernos
calientes somos
aliento esmerilado de ojo vitalicio
el rastro de la puntada
constante seguro somos
los que vendremos por la piedra
en fotos de alta cilindrada
a molestar en canciones
a levantar el sueño somos
los muertos en el fondo


Folklore

él me quería
ver tirando sus camisas  por la ventana
probar la puntería con tijeras tazas candelabros
cualquier  otra
cosa de uno
con noventinueve
él quería verme
hacer en la vereda como una perra
la rabia
molestar a los vecinos con los versos él
se había imaginado
gritando te volviste
loca  
pero estoy totalmente
lejos de las costumbres
y  no hice nada entonces
él tuvo que bajar esos tesoros por la escalera
en bolsitas de super



De:  Una en serie

Una de armar

vos decís los materiales
fraguan en contacto
con el agua

yo palangana pava cacerola
cargo en balde









Una por moneditas

encaja por casa
confunde a la intemperie

él no tiene
sala de espera
yo tengo todo
el tiempo del mundo
en cambio chico




Una sin paraíso

Yo fui de tu costado
y saqué de la sombra
la manzana mi aliento los mejores
días de serpiente

hoy no tengo nombre
propio en vos
no hay más luces que prender
en nuestra mesa de noche.




Una en clásica

Se cuida de salir
con todo al aire
las nenas andan crudas
y de capa encarnada
dicen del bosque unas ferocidades
tan faltas de rubor

yo soy la de ojos grandes
para mejor
no todo lo lleno es canastita


Una se mántica

Se borrea se camente se cretaria
se cunda se duce o se cuela
se mana y se mana y se mana
sí sí go a sí
me voy a hogar
con lava andina
con forma con yugal
con cuerda con todo con texto
sin táctica i con ciencia
con tracción a pura con fusión
yo no de mando
uni versos
yo te re quiero
se mi círculo se mi dios se mi hombre se mi caballo
sin gular
no quiero más ser piente ser vicio ser villeta
bajo palabra imposible
den tender.

Daniel Giarone - Textos leídos en el ciclo "Nuevas voces en la escritura" 2017

Daniel Giarone. Nació en San Marín, provincia de Buenos Aires. Es escritor y periodista. Magister en Escritura Creativa (Untref) y Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Escribió: Los ahorcados (novela), Crónicas del asombro (poseía) y Voces claras en medio del ruido (periodismo).

Los siguientes textos pertenecen a “Crónicas del a sombro”, poemario inédito a publicarse en agosto próximo. 


En el fuego
donde se cuece el pan
viven las estrellas



La memoria
guarda días felices.
Canta el zorzal



¿El tiempo perdido
es marchar
en dos o en cuatro patas?



Es extraño
lo que veo
todos los días



Siempre lo supe
hay un montón de tigres
antes de tu cuarto



Algo que dijiste
se me olvidó
contártelo (ayer)



Cuando despierto
un millón de pájaros
huyen de mis uñas



No sé por qué lo hice
El jugo de tomate
gotea en la heladera



Corre el tren
artero, petulante
al precipicio



En tu mirada
la placidez
de un venado muerto



Hay musgo en tus manos
nadie reclama
que despiertes



Otra vez vos
otra vez
otra



Entre las ramas
asustado, maligno
crece



Mirar dentro
de la calle tiesa
y saber perder



En la intemperie
hay un abismo
desde el que se ve todo



Una cópula
de nubes grises
en el torreón del monje



Otra vez el llanto
en el cuarto vacío
no sé que hacer



Lo que soy
una posibilidad
el brote del tiempo



Estallan, mustios
los verbos
al caer



Una gota de rocío
el diluvio
sobre la hormiga



¿Qué es?
en medio de la lluvia
Aquel hombre



El corcel negro
azotado
no ve la sortija



Entre los autos
ella mira
todo lo demás



Una muñeca calva
busca su cabeza
sentada en la vereda



La patrulla
bajo la luna
huele a perrera



El oficinista
se asoma
a las vías del tren



La calle adusta
huele a jazmines
y ella apura el paso



Las pestañas tersas
el iris diáfano
el mundo hostil



Cambia de piel
perpleja
la serpiente



Callar entero
para decir
todo lo que sé



Sufren todavía
aquellas aves
al volar



Debajo del agua
la cabeza y el triángulo
como siempre



Entre todos ellos
un enano y un bombero
piden fuego



El paraíso
ofrece frutos
envenenados



El silencio
de tus silencios
se estira en la calle



No saber
nunca
otra cosa



Durante el viaje
florecen grietas
rojas, verdes, amarillas



El mar del Norte
donde se ahogan
las ballenas



La boca de esa mujer
se desarma
cuando come



Ausente
el tero lánguido
a orillas del río



El vientre de la luna
pleno de estrellas
nada sabe



Lo que acabo de decir
no lo escribiría

en ningún lado


María Fernanda Lara - Textos leídos en el ciclo "Nuevas voces en la escritura" 2017

María Fernanda Lara. Nació en la Ciudad de México, en 1989. Vivió gran parte de su adolescencia en Chihuahua, al norte de México. Se graduó de la Licenciatura en Filosofía. Fue publicada en antologías nacionales de escritores jóvenes en Chihuahua y Xalapa, Veracruz. Ha participado con piezas que son textos y textos que son piezas en exposiciones colectivas. En Chihuahua impartió talleres sobre libros de artista, escritura visual y los cruces entre literatura y arte en diversos espacios culturales e instituciones. Actualmente radica en Buenos Aires y cursa la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF. 


Barco del hombre.


Entre la mirada y el mar existe un trance ineludible,  la contemplación más pura.  Nos conformamos con esa extensión porque estamos en la orilla. A salvo.

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Mi abuelo lloró con todos mis principios.  Me enseñó el misterio del mar en una lágrima.  El poder de la alquimia cuando yo no sabía contar ni siquiera hasta el siete.
Su muerte no tuvo garganta. Ése músculo mi abuelo ya no lo tenía. Estaba la sed. La sed me era todo porque su boca se movía otra vez. Hidratábamos sus labios con un algodón mojado en agua dulce. Los abría y cerraba. Ese umbral.
Agua y azúcar tambaleaban la física de su muerte.

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Entre la mirada y la muerte existe un trance ineludible. Dormí en una silla reclinable apretando su dedo índice. Hacía de las sábanas revueltas de su lecho un mar. Tu nieta se había convertido en una góndola.
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La muerte de mi abuelo fue la señal que precedió al fin del mundo: lloró. Todas las cosas respingaron. Esa lágrima definió su orilla. Mi abuelo volvió a llorar algún principio mío que desconozco.
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  Ha habido más astronautas que exploradores de la muerte. En mi escafandra aprisioné la conformidad de que en ese momento,  mi abuelo estaba más a salvo que yo.  Los principios no tienen  orilla.  Tu nieta es una góndola insalvable.

Entre cerrar los ojos y morir existe un hilo invisible: línea y  horizonte del recuerdo. Insondablemente y en ambos sucesos, la vida cierra los ojos: va hacia adentro.
Hay que entrar. Tener coraje. Sobre todo si la vida se va sola.
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La espalda es una línea firme, parecida a una costa. Es territorio sagrado: el lecho que nos sostiene al nacer cuando nuestras piernas aún no se soportan, y el que nos detiene al morir. Coraza blanda y enorme punto ciego. Orilla.
Siempre te abrazaba por la espalda. Con los ojos cerrados. Nunca corría el riesgo de que al voltear, fueras alguien más.
La línea de tu espalda insondable horizonte.

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La debilidad de los músculos respiratorios provocó la baja de oxígeno hacia su cerebro. Mi abuelo cayó inconsciente. Cerró los ojos porque era un errante de su propia respiración. Su consciencia se desintegraba en pequeñas bolsas de suero y agua. Por dentro, él se sumergía y mi mano quiso ser ancla. La gota en el catéter: reloj y arena. Playa donde mi abuelo era buzo de la caída.
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La mitad del  oxígeno de mi abuelo venía del mar. En términos médicos, le llamaban inconsciencia: nadaba con los ojos cerrados.
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Si la espera tuviera forma sería un ancla fuera del agua. Todos los minerales de mi cuerpo eran suficientes para levantar un faro. Hay que entrar. Tener coraje.
Soy un faro por si mi abuelo se pierde. Sobre todo si se fue solo.
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La escafandra permite que se pueda penetrar con seguridad en un entorno hostil. Sobrevivir durante una cantidad limitada de tiempo. Scaphandre. Barca. Hombre. Profundidad.
Mi abuelo murió de espaldas, mostrando sus pulmones a la tierra. Ahora tu nieta navega en una barca torácica.

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El horizonte del recuerdo es un hilo. Cerrar los ojos, un lenguaje transparente pero oscuro. Se atraviesa para desaparecer. Se suspira, sin saberlo, para oxigenar los alvéolos errantes y mantener la respiración. Los recuerdos son  respiraciones errantes que transitan por noventa mil kilómetros de arterias y venas.  Nos avientan a una orilla que va hacia adentro.
Hay que entrar.
Tener coraje.
Sobre todo si tu nieta ya está sola. Góndola insalvable.



 Accidente en Xola y Uxmal.


La luz es una trampa, pensé mientras mi cabeza, al fondo del refrigerador, buscaba su insulina. Abrir la puerta del refrigerador en medio de la noche es un  poder hipnótico. La inauguración de la luz en la zona abisal que es nuestra casa. La luz. La trampa. La parálisis de que se quede ciego mientras busco.
Esta esquina de la habitación, es el único lugar que tengo para huir. Aquí aprendo a callarme, a verdaderamente callarme. Uno calla. Encalla. Y qué otra cosa es la necedad, vivir con alguien.  Esa clase de necedades que siempre creí, haría de más vieja. Tengo 23 años y no sé muy bien qué es la diabetes.
Tengo un lugar mío en la habitación y es una esquina. Desde mi esquina veo cómo empieza el mundo, o se le ve acabarse. La esquina. Un punto. El punto del recuento de mis ratos muertos.
Desde aquí, confío, que despierta. Y el sueño y la edad se me están quedando también aquí.
Despierta. Se levanta sin atisbo de azúcar. Con mucha sed. Sin atisbo de beso.  A las nueve empezaré a oler su rutina: preparará huevos, los dejará semi-crudos. A las 9:30 deberé levantarme, colocar un yogur, una barra de avena en su bolso, y cambiar la aguja de sus jeringas.
A las nueve tendré que despertar con otra noche suya atravesándome.

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Un día de estos, alguien va a estrellarse en esa esquina; fíjate bien antes de cruzar, por favor. Esos consejos de madre. Empieza a notar que extraño mi casa.
Alquilamos la parte alta del edificio para poder verlo todo desde arriba. Vemos todo, pero nos vemos poco el uno al otro. Llevamos semanas esperando ver un accidente en esa esquina para que él, finalmente, pueda consagrarla como “la esquina de la muerte”. Esa esquina es un punto ciego gracias a que enfrente está la construcción de una estación de autobuses. En la esquina hay una óptica.
Tendí siete remeras, cuatro jeans, nueve hipotéticos pares de medias y sus teorías. Si las palabras me vieran, dirían que yo soy el accidente.
Paso los días enteros así: sin hablar. Encallada. Callada en escenas que hablan de lo que no soy. Veinticuatro horas tentada a pegar la lengua en su escultura de azúcar, su “Sugarman”, una versión de su diabetes según el arte contemporáneo. Según él.
Me importa poco la esquina como muerte. Me importa como un punto. El punto de mis ratos muertos.  Mis 23 años encallan ahí. Lo efímero encalla ahí. Mis vecinos encallan ahí. El dueño de la óptica. Mi miopía que en este punto es estrabismo. La luz es una trampa. Atestiguo la distancia que no deja de abrirse entre uno y la calle, entre uno y las consecuencias del simple desajuste del tiempo. El tiempo se tienta con lo ciego: así empieza el mundo, o se le ve acabarse.
Mi enfermedad es la circunstancia que, todavía, no veo.
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En el cruce de  esa esquina, cuando pretendes ponerte a tono con los otros caminantes, algo se endereza o tuerce ahí dentro. Puntos. Variables. Una minucia en la espera de cruzar. Se duda. Por una fracción el corazón bombea vértigo. Hipoglucemia. Olvidamos su insulina.
Alquilamos este piso para poder verlo todo desde arriba. Miramos absortos el vehículo hundirse en la óptica. La colisión fue provocada por falta de visibilidad en la zona. Pérdida total de los vehículos y daños considerables a una óptica. Antes de que suceda un accidente automovilístico, el conductor experimenta una sensación patidifusa. Los faros atraen y por un segundo la mente queda a merced de una ínfima partícula de luz. La luz es una trampa. Nos vimos mucho el  uno al otro.
Así es como acaba el mundo.
Así es como acaba el mundo.
Así es como acaba el mundo.
No con un estallido
sino con un quejido.
No con lo mayúsculo sino con lo minúsculo. No con una explosión sino con un detalle. Jeringas. Hipoglucemia. Olvidamos la insulina.
Cuando el diabético experimenta hipoglucemia manifiesta lenguaje confuso y desorientación. Un quejido. Casi llegan a un coma. Al borde. Se sienten caer. Las líneas estallan. Ven una luz. La luz es una trampa.  El tiempo se tienta con lo ciego. Uno calla. Encalla. Para escuchar. Su quejido nos hizo regresar. Y qué otra cosa es la necedad. Vivir con él. Su enfermedad es la circunstancia que nos ha salvado de morir juntos. Cuando un suceso es inexplicable se hace un hueco en alguna parte. Así que estamos llenos de agujeros. Agujeros dentro de agujeros. Puntos. Finales.