(Trabajo del Taller de Escritura para Adultos 2020. Género: cuento.)
Querido Diario:
Desde la
última vez que escribí tengo un par de cosas para contarte:
1) La
AYAHUASCA es un verso para quitarte guita. Pagué re–caro un frasquito de
morondanga y ni cosquillas me hizo. ¡Nada, absolutamente nada!
2) Tuve
relaciones con un duende en la cima del Uritorco mientras un hada y un
extraterrestre nos miraban.
Como te conté
la vez anterior, que terminamos con Fernando Tangalanga –pariente lejano del Dr.
Tangalanga, pero para mí siempre va a ser Fercho Tangalanga–. Me sentía muy mal
así que me dije: "Sabrina, Sabrinita, es hora de cambiar de aire, de
renovarte. Abrirme al universo y recibir cosas buenas". Ahí nomás hice las
valijas y me fui a Córdoba con el primer lugar más barato y rápido que encontré:
un centro de jubilados. Ellos muy amables y ellas me enseñaron 30 formas
distintas de usar un papagayo. Llovió toda la semana y cansada de dormir la
siesta todos los días, me escapé por mi cuenta. Entré a un pequeño local y ahí
me estafaron con la maldita ayahuasca. Pero me cantaron la posta, con los días
de lluvia y truenos como era ese día, se veían más O.V.N.I.s por la cima de la
montaña. Diluí la sustancia con mi agua y empecé mi camino. En mi caminata, y
nada de ir por el sendero turístico, todo por la naturaleza, comencé a vibrar
con la montaña. Los dos éramos uno vibrando al unísono. Al llegar a la cima,
ahí estaba él; chiquito y verde, recostado sobre una piedra. "No te
asustes, vengo en son de paz", le dije con mi mejor Inglés haciendo la
señal de paz que aprendí del Señor Spock. "Pasá, vení, no hay problema",
me respondió con acento cordobés, cosa que me llamó mucho la atención. "Soy
Luciano C. pero me podés llamar Lucho." Empezamos a hablar y ya en
confianza terminé sentada sobre sus rodillas. Sin pensarlo dos veces, le pregunté
si lo que dicen de los duendes es verdad, si es tan grande como dicen. Me dijo
que sí y se ofreció a mostrármela si prometía no tocarla. Hice mi juramento de
Niña-Scout levantando dos dedos y me tapé los ojos. Escuché unos ruidos raros y al abrirlos mi
mandíbula cayó al piso. Mi Moni Argento interior se apoderó de mí y mi promesa
voló por los aires. Me abalancé como una loca desesperada sobre esa cosa
enorme: una gigantesca olla de metal con monedas de oro brillando delante de mi
cara. Cuando me regaló una, la pasión y la lujuria sacaron lo mejor de mí y
terminamos yaciendo en el suelo húmedo de la montaña. Me sentí plena y completa
sabiendo que era la primera mujer en tener relaciones con un duende Cordobés en
la cima del Uritorco. Al terminar el show, un hada y un extraterrestre se
acercaron y le dieron cada uno una moneda de oro y las gracias por dejarlos ver,
como siempre. "¿Cómo te creés que las conseguimos a las monedas?", me
explicó Luciano. Cansada, aturdida y humillada, regresé a mi hotel. ¡Qué ingenua!
Pensé que era única y especial pero nada que ver. ¡Esa olla estaba llena de
monedas! A pesar de todo, fue una experiencia única en mi vida. Y lo mejor de
todo es que me traje dos recuerditos, una moneda de oro y el otro esperemos que
se parezca más a mí que al padre.
Sabrina R.
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